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POLÍTICA  Intelectuales |
    Misiva de Carta Abierta n° 16. 
    Los temas de la sucesión llegan a escena.

    BUENOS AIRES (TV Mundus) Por Redacción.- El grupo de intelectuales 
    de Carta Abierta fue un manto de aire fresco en la política nacional. 
    De distintos orígenes pero coincidentemente del campo progresista, 
    nacional y popular, se encuentran periódicamente en la Biblioteca Nacional 
    o en el Parque Lezama (como la vez que el ex Presidente Néstor Kirchner 
    los visitó tras haber perdido las elecciones parlamentarias de medio 
    término con Francisco De Narváez en 2009). En esta oportunidad 
    tuvieron una inmediata respuesta del sciolismo bonaerense. Más precisamente 
    Gustavo Marangoni, Presidente del Banco Provincia se tomó el trabajo 
    de escribir un resumen de la gestión del Gobernador bonaerense Daniel 
    Scioli, sin olvidarse de la manifiesta lealtal del mismo al proyecto kichnerista 
    del peronismo del cual pretende ser candidato.
A continuación reproducimos la mencionada Carta Abierta n° 16.
I
La Argentina, despertada de su larga decadencia desde hace más 
    de una década cuando pocos imaginaban que un viento sureño renovaría 
    nuestras esperanzas y expectativas, atraviesa momentos de honda significación 
    para el futuro de una sociedad que sigue estando en disputa. Mientras el gobierno 
    sigue dando señales claras de un rumbo asociado a la defensa de los 
    intereses populares, desde los centros del poder económico y mediático 
    se conspira contra la estabilidad monetaria y se busca debilitar y condicionar 
    el camino hacia octubre de 2015. Porque sentimos las urgencias y los desafíos 
    de la hora, porque nacimos para defender un proyecto capaz de ser portador 
    de muchos de nuestros sueños de justicia e igualdad, creemos necesario 
    tomar, una vez más, la palabra. Y lo hacemos con la convicción 
    de la potencia creadora que se guarda en esta experiencia política 
    que lleva el nombre de kirchnerismo; una experiencia que deberá batallar 
    duramente para garantizar su continuidad en los próximos años. 
    
    El debate político no es sólo confrontación de propuestas, 
    diseño de alternativas, análisis racional de los cambios que 
    la acción de gobierno produce en la sociedad. Si así fuera, 
    no resultaría difícil coincidir en la significación positiva 
    de la transformación producida por las gestiones de Néstor y 
    Cristina Kirchner, enfrentadas por una oposición ligera de aportes 
    y proyectos. Sin embargo, inciden también en la vida política 
    pasiones y entusiasmos menos fundamentados, problemas que los medios de comunicación 
    multiplican, exagerando dificultades y agigantando temores. De este modo, 
    ha podido sostenerse que algunos hechos criminales, gravísimos pero 
    aislados, anticiparían un crecimiento indetenible del delito, poniendo 
    a la sociedad en el límite de la indefensión, mientras que la 
    forzada devaluación del peso, medida obligada para retomar el control 
    de la coyuntura cambiaria, derivaría necesariamente en vertiginosos 
    aumentos del precio de las divisas que llevarían al descontrol de la 
    inflación. Estas señales de alarma son desmentidas regularmente 
    por la realidad, pero ello no impide que reaparezcan de modo recurrente. Sería 
    equivocado explicarlo sólo por el oportunismo de algún político 
    opositor o la persistente ofensiva mediática.
    Las políticas en materia criminal, es decir las que no sólo 
    afectan intereses sino que deben lidiar con la vida y con la muerte, se enfrentan 
    al condicionamiento de una opinión pública altamente sensibilizada. 
    En toda sociedad los resultados de la acción gubernamental sólo 
    pueden evaluarse en términos globales, en porcentajes sobre la totalidad 
    social. Pero este necesario imperio de la ley de los grandes números 
    pareciera desconocer el valor de cada una de las vidas que siega un acto criminal, 
    lo que cada persona tiene necesariamente de absoluto. Frente a esta tensión 
    entre el dolor irredimible de los deudos de la víctima y una sociedad 
    que no detiene su marcha, corresponde brindar a los primeros consideración 
    y solidaridad. Pero será de mala política asignarles como 
    ocurrió en el caso Blumberg- el lugar del juez o del legislador. Por 
    eso la Constitución, priorizando la serena reflexión, excluye 
    la materia penal de las que pueden ser objeto de consulta popular. Prefiere 
    ignorarlo el sedicente candidato renovador que sigue recogiendo firmas interpelando 
    todos los dolores de la sociedad, agitando el fantasma de un gobierno de los 
    delincuentes para denunciar un proyecto de Código Penal que representa 
    un significativo avance porque moderniza un viejo texto desde una perspectiva 
    democrática y ha sido elaborado por un consenso plural. Los episodios 
    de linchamiento que tanto impactaron a una sociedad no habituada a estas respuestas 
    no son ajenos a este clima artificialmente creado por quienes medran con el 
    discurso del miedo para desvirtuar cualquier sentido de ciudadanía 
    y de solidaridad. 
    Tampoco contribuyen ni a la tranquilidad social ni a la eficacia de la prevención 
    quienes convocan a la guerra contra el delito, con un tono épico digno 
    de mejor causa, y promueven drásticas ampliaciones de la fuerza policial 
    que permitirían el retorno a filas de aquellos que fueron separados 
    por actos de corrupción y vejación a los ciudadanos. En la provincia 
    de Buenos Aires se inició hace años una reforma policial inspirada 
    en los criterios de la Seguridad Democrática y fue dejada sin efecto. 
    Sería deseable una reflexión seria de los responsables de ese 
    retroceso antes que seguir haciendo silencio sobre las reiteradas denuncias 
    de la situación en las cárceles y la violencia institucional 
    contra los más pobres, abusos que, por cierto, no son exclusivos del 
    primer estado argentino. Nada mas elocuente que la caracterización 
    de la Comisión Provincial por la Memoria que afirmó al respecto 
    : El despliegue de uniformados, asentados en la lógica de ocupación 
    territorial, construye un escenario bélico de control de los conglomerados 
    poblacionales pobres donde se localizan a los peligrosos, como 
    potenciales enemigos de los sectores que concentran mayores niveles de bienestar 
    económico. A unos se los controla, a otros se los protege, expresando 
    en las políticas de seguridad la legitimación de la exclusión 
    social y la estigmatización de los pobres.
    La presentación de la tarea de represión al delito como una 
    guerra podría considerarse como un mero exceso retórico sino 
    fuera que ese discurso propicia hoy en el mundo la reinstalación de 
    los principios intervencionistas de la doctrina de la Seguridad Nacional. 
    En nombre de la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y el crimen 
    organizado, los Estados Unidos han creado una red internacional de secuestro 
    y detención de personas en condiciones inhumanas que pisotea las soberanías 
    nacionales y legaliza la tortura. No sería inteligente de nuestra parte 
    analizar las bravatas de nuestros paladines de la guerra contra el delito 
    al margen de esa ominosa perspectiva.
    Si la cuestión de la seguridad se debate en un contexto fuertemente 
    viciado por un discurso intimidatorio que sólo puede ofrecer mano dura 
    y multiplicación de las cárceles, la discusión mediática 
    en el campo de la economía apela a un atávico saber convencional 
    que parece inmune a todos los fracasos del neoliberalismo. Responsabilizando 
    de la inflación al incremento del gasto público y la mejora 
    de los salarios, el discurso dominante demoniza la intervención estatal 
    y las políticas redistributivas y exime de toda culpa a los grandes 
    empresarios formadores de precios. Frente a esta manipulación que utiliza 
    la inflación para inducir políticas que favorecen la recesión, 
    el desempleo, la caída del salario y la concentración del ingreso, 
    la propuesta de precios cuidados, apoyada en un claro reconocimiento del fenómeno 
    de alza de los precios y en una precisa explicación de sus causas, 
    ha sido muy útil para develar el mecanismo que lleva a los aumentos, 
    para dar cierta transparencia al funcionamiento de las cadenas de valor y 
    para efectivamente cuidar el poder de compra de los sectores populares.
II
Hace algunas décadas la palabra globalización hizo pensar que se estaba ante un fenómeno nuevo en materia de ejercicio del poder mundial, en lo político y económico. La irrestricta movilidad de capitales, esencial a la lógica del neoliberalismo, implicó el auge de los modos de valorización financiera de ellos, que con el poder de ingresar y de retirarse sin restricciones de cualquier país, han facilitado un incremento de las crisis, inestabilidades y turbulencias en las naciones periféricas, consolidando y profundizando las asimetrías entre las potencias centrales y el resto de la comunidad internacional. Los inventores de ese vertiginoso concepto de globalización se basaban en hechos verificables producidos por una gran mutación tecnológica en el espacio telecomunicacional. La velocidad de transmisión en un único presente absolutizado de informaciones, símbolos y mensajes, prometía una transparencia inmediata para visualizar al mundo como una unidad abstracta que hacía circular millones de datos por segundo y creaba un ciudadano universal magníficamente conectado. Pero esos datos no son solo datos, sino modos de vida. Esa ciudadanía irrealmente postulada, dilapidaba su libertad en un océano de informaciones que hasta podían cobrar la forma de la escritura íntima, generando la ilusión de una democracia universal de opinión. Pero paradójicamente eran éstas las formas mismas que forjaban la dificultad para interpretar los nuevos poderes mundiales, yacentes en la supuesta inocencia de la teoría de la información, una de cuyas consecuencias es el debilitamiento de los lenguajes argumentativos y el control de la intimidad. Hay que volver entonces a poner la intimidad, su autonomía efectiva en peligro, en el marco de una crítica al procedimiento habitual de las grandes fábricas de ficciones de dominación y también a la lógica que preside la economía mundial.
III
Cualquier análisis serio debe partir de reconocer que las perspectivas 
    de la economía argentina se hacen gradualmente más inciertas 
    como consecuencia de la incidencia de la crisis económico-financiera 
    internacional, las restricciones de la demanda externa y, en particular, las 
    expectativas de un crecimiento limitado del Brasil, nuestro principal socio 
    comercial. En este contexto, el gobierno con el fin de limitar la fuga de 
    divisas (comportamiento inmodificado de los grupos económicos y financieros 
    locales y extranjeros aun en épocas de economía floreciente 
    como la última década), se ha visto obligado a tomar medidas 
    como el alza de las tasas de interés que pueden afectar el nivel de 
    actividad económica  aunque sus efectos negativos son reducidos 
    con medidas compensatorias como el Programa Fondear-. Así, la conducción 
    económica actuó decididamente afrontando el intento de golpe 
    de mercado sin recurrir a una política ortodoxa de ajuste por la que 
    declama y opera el poder concentrado, pero merece una alerta constante que 
    por cierto están demostrando tener Kicillof y su equipo- la latente 
    posibilidad que, agotada la liquidación de las exportaciones agropecuarias, 
    se reiteren las presiones sobre el mercado cambiario siempre utilizadas para 
    desacreditar y/o desestabilizar gobiernos de signo popular.. 
    La situación que llevó a devaluar la moneda -medida que incide 
    negativamente en el nivel de actividad económica- puso de manifiesto 
    la creciente extranjerización de la economía, la concentración 
    de la producción y el comercio exterior en pocas firmas y la fuerte 
    propensión a importar de la industria. Los componentes que inciden 
    más negativamente en la balanza comercial, como el fuerte crecimiento 
    de la importación de combustibles o la muy alta participación 
    de componentes extranjeros en la producción automotriz, tienen que 
    ver con las carencias estructurales de la economía argentina. La debilidad 
    en que se encuentra el Estado para actuar frente a la presión de las 
    grandes cerealeras que impusieron la devaluación, señala, por 
    otra parte, la imperiosa necesidad de adoptar medidas que avancen en el control 
    estatal sobre la oferta de exportación. El saldo de la década 
    tiene un sesgo muy marcado de reparación social y, sin duda, se ha 
    avanzado en el consenso sobre el rol prioritario que debe asumir el Estado 
    en la regulación. Pero el control del aparato productivo por agentes 
    empresarios con limitada disposición a invertir y escaso interés 
    por fortalecer un proceso de desarrollo tecnológico autónomo, 
    nos enfrentan al dilema de las opciones que permitan impulsar las tareas que 
    una burguesía transnacionalizada está lejos de asegurar. Dilema 
    que exige recuperar el debate respecto de la centralidad del Estado -incluyendo 
    su involucramiento productivo- para un proyecto de desarrollo nacional que 
    al mismo tiempo concentre el máximo de los atributos en cuanto a ampliación 
    de derechos, distribución de la renta, nuevos planteos de incorporación 
    social y medidas auto protectoras del vivir común.
    Grandes empresas de telecomunicaciones, grandes capitales financieros que 
    fluyen de un país a otro maximizando sus ganancias especulativas, multinacionales 
    de la extracción de minerales, compañías petroleras con 
    directorios incesantemente intercambiables, fabricantes de semillas artificiales 
    que crean nuevas clases sociales agrarias sin conciencia social en la explotación 
    de las tierras fértiles de todo el planeta, asimismo interligadas a 
    grandes emporios comunicacionales, se aprestan a teledirigir las acciones 
    de los Estados independientes, aun de los medianamente poderosos. Es cada 
    vez más difícil gobernar estados nacionales independientes en 
    la era de la globalización, pues en este eufemismo, se albergan las 
    razones mismas que condicionan esa independencia, mientras guerras explícitas 
    o larvadas de cuño antiguo, nacionales o étnicas, siguen sacudiendo 
    distintos puntos estratégicos del planeta. 
    Pero donde hay poder hay resistencia. Más allá de la obvia transferencia 
    de ingresos a los exportadores y los grandes tenedores de divisas, entre los 
    que se debe contar la gran banca extranjera cuyo rol contribuye poca cosa 
    al crédito productivo, provocada por la devaluación, quienes 
    la impulsaron imaginaban que la gestión económica perdería 
    el control de la coyuntura, en un escenario de fuerte presión de las 
    demandas salariales, creciente alza de los precios internos y de la cotización 
    del dólar. En ese contexto, el gobierno de Cristina Kirchner se vería 
    obligado a transitar un sendero de ajustes sucesivos y recurrir sin condiciones 
    al crédito internacional, preparando de este modo al país para 
    el nuevo rumbo económico que esos sectores pronostican como inexorable 
    a partir del año 2015. Una presidenta que así abandonara el 
    camino de sus políticas redistributivas y transformadoras sostienen 
    con alborozo los voceros del establishment- quedaría debilitada para 
    incidir en su sucesión.
IV
Aun así en un contexto que dificulta la continuidad de las políticas 
    de expansión de la demanda, la presidenta se niega a una drástica 
    reducción del gasto e imagina a diario nuevas medidas que, como el 
    Plan Progresar, la Ley para reducir el trabajo informal y el significativo 
    aumento de la AUH, hacen a la identidad más profunda del kirchnerismo. 
    Siguiendo con esta capacidad creativa y renovadora, pero ya en otro terreno, 
    el gobierno tomó la decisión de crear el Ministerio de Cultura. 
    
    Algunos nucleamientos empresarios, reunidos en el Foro de Convergencia Empresarial, 
    han optado por plantear un programa máximo de retorno al neoliberalismo 
    que niega al Estado la posibilidad de financiamiento, rechazando toda posibilidad 
    de imponer retenciones a la producción del agro con un tono que 
    hace pensar que consideran esa medida como una violación a los Derechos 
    Humanos- y ubicando un derecho de propiedad que no admite restricciones en 
    la cumbre del orden jurídico, mientras adjudica al empresariado la 
    exclusividad de sujeto creador de valor y cosifica a los trabajadores. Otros 
    sectores del gran empresariado prefieren una línea menos agresiva, 
    pero esta actitud moderada no concurre menos que la anterior a presionar al 
    gobierno para imponer un consenso de política económica que 
    excluye toda radicalidad que sea apropiada para cuestionar las estructuras 
    sindicales obsoletas, aun intocadas. Estas obturan la intervención 
    política de los trabajadores y son funcionales a los intereses de los 
    sectores empresariales mencionados. Las palabras de Hugo Yasky el 1º 
    de mayo definen otras aspiraciones: La clase trabajadora no puede ser 
    convidado de piedra a la hora de definir las políticas de un país. 
    La clase trabajadora no puede mirar por televisión el rumbo de los 
    cambios. Ese protagonismo hay que construirlo todos los días. 
    
    No sólo en el campo de la economía se encuentran los nubarrones 
    que hacen difícil visualizar una salida política que garantice 
    la continuidad del proyecto. Los problemas para definir un candidato identificado 
    con lo realizado en ésta década revelan que el kirchnerismo 
    -sin duda la principal fuerza política en términos de militancia 
    y movilización- no ha completado aun el proceso de su constitución 
    como movimiento orgánico. Se ha avanzado mucho en estos años 
    en la adopción de un discurso que cobija en el Frente de la Victoria 
    tanto a los militantes provenientes del peronismo como a quienes se identifican 
    con otras tradiciones políticas. Esta confluencia, en su momento anticipada 
    por los peronistas más lúcidos como John William Cooke, marca 
    la superación de una larga etapa de divergencias signada por la afirmación 
    excluyente de un peronismo que pretendía ignorar sus propias contradicciones 
    como por la negativa de muchos sectores de izquierda para reconocer la centralidad 
    de la experiencia política de los trabajadores, en su singularidad 
    persistente. Sin embargo, aún no se ha logrado constituir una única 
    fuerza con todos los que se consideran militantes y adherentes al proyecto 
    democrático, nacional y popular. 
V
El kirchnerismo se conformó como movimiento apoyándose en 
    la identidad del peronismo y en una estructura de poder conformada por gobernadores, 
    intendentes y dirigentes sindicales de la que resultaría difícil 
    prescindir. Son fáciles de comprender las razones políticas 
    e históricas que explican el rol del Partido Justicialista, pero es 
    necesario recordar que los rumbos principales de la acción política 
    en la última década no surgieron de decisiones orgánicas 
    del PJ sino de una iniciativa audaz desde lo alto del poder de gobierno, que 
    no tardó en recoger grandes adhesiones.
    En la perspectiva de la renovación presidencial, la relación 
    entre kirchnerismo y peronismo es nuevamente puesta en tensión y se 
    debate cual es el espacio más abarcador. Cuando algunos dirigentes 
    sostienen que el kirchnerismo es sólo una parte del peronismo debe 
    tenerse en cuenta que una fracción significativa de la dirigencia proveniente 
    del justicialismo se encuentra en la oposición. En consecuencia, cualquier 
    propósito de reunificación indiscriminada del peronismo supone 
    el apartamiento de la línea seguida desde la asunción de Néstor 
    Kirchner. Si aceptamos que el tema central de la disputa política se 
    refiere hoy a la continuidad de este proyecto queda claro cuál es la 
    convocatoria que debemos formular. 
    La perduración de las identidades políticas plantea un debate 
    teórico difícil de saldar. A medida que se extendía a 
    sectores amplios del electorado, el peronismo ha ido perdiendo perfiles claros 
    y albergando propuestas contradictorias. El menemismo representó el 
    intento oportunista de adecuarse a la hegemonía neoliberal y someterse 
    a los dictados del poder económico, el kirchnerismo significó 
    el rescate de las mejores tradiciones peronistas y de otros legados equivalentes 
    del pensamiento emancipador. Aquella experiencia de gobierno tuvo, naturalmente, 
    el apoyo del poder económico y la derecha política; la que estamos 
    transitando convocó a un arco muy amplio de fuerzas populares. Esta 
    y no otra es la contradicción central en la política argentina, 
    y, aunque parezca paradójico, es necesario preocuparse tanto por la 
    consolidación del peronismo que apoya a CFK como por asegurar la más 
    amplia unidad popular en torno al gobierno nacional. 
    Por cierto que esta unidad popular nada tiene que ver con agrupamientos recientemente 
    constituidos, como el FA/UNEN, que no han podido siquiera llegar al mínimo 
    de coincidencias imprescindible para un pronunciamiento colectivo. Los límites 
    para el asombro no dejan de ensancharse en la política argentina: después 
    de la indefendible gestión del presidente expulsado en 2001, se consideró 
    que la Alianza no podía repetirse. Sin embargo, aquella desafortunada 
    iniciativa tenía por lo menos la disculpa de haberse constituido para 
    enfrentar a un gobierno reaccionario y, además, era un acuerdo de partidos 
    no un conglomerado de aspirantes al liderazgo mediático. 
    No ha pasado inadvertida la recurrente invocación en el discurso presidencial 
    de la figura de Raúl Alfonsín. No significa esto, seguramente, 
    que hayan dejado de considerarse discutibles algunas de las medidas de su 
    gobierno y gravemente reprochable al haber cedido ante la amenaza de golpe 
    otorgando a los sediciosos las leyes de impunidad, sólo que el juicio 
    histórico tiene que ser favorable a quien en su afán de profundizar 
    la democracia enfrentó el hostigamiento de las corporaciones y los 
    medios hegemónicos. Ese rescate de la mejor historia del radicalismo, 
    también alcanza a otras tradiciones populares a las que no son fieles 
    quienes se consideran hoy sus seguidores. Alfredo Palacios, adversario del 
    peronismo, en su momento, participó de los primeros movimientos antiimperialistas 
    de América Latina y fue un decidido defensor de la Revolución 
    Cubana. Difícilmente podría soportar la vergüenza de saber 
    que algunos de sus correligionarios hubiera votado contra el gobierno popular 
    de Hugo Chavez, blanco de todos los ataques y maniobras de los Estados Unidos. 
    
VI
Esta convocatoria que hoy formulamos para seguir avanzando requiere del 
    concurso de todos aquellos que, más allá de críticas 
    y diferencias, reconocen los logros de la década transcurrida y quieren 
    asegurar la continuidad de la expansión de derechos y las profundas 
    transformaciones de estos años. El desafío es complicado porque 
    la desaceleración del crecimiento y las simpatías de algunos 
    gobernadores y dirigentes del PJ por una candidatura moderada son las dos 
    pinzas que dificultan una acción más decidida del gobierno en 
    la perspectiva del 2015.
    Sería poco serio, casi podría considerarse una humorada, levantar 
    esta propuesta emancipadora y ponerla en manos de un candidato que no comparta 
    en lo esencial el rumbo seguido por Néstor y Cristina, a quienes siempre 
    animó la idea clave de la autonomía de la política respecto 
    del poder económico, idea opuesta a la concepción corporativa 
    de la articulación con los grandes intereses, ajena a la lógica 
    del conflicto como signo vital de una democracia transformadora, que reivindicara 
    Kirchner cuando visitara por primera vez nuestra Asamblea. Carta Abierta no 
    elige candidatos, aunque no renuncia a apoyar en su oportunidad a quien se 
    identifique más con el programa popular, pero tiene la obligación 
    de decir que el postulante hoy mejor instalado en las encuestas está 
    lejos de cumplir esa condición. El mejor candidato para esta patriada 
    difícil será aquél que se haya expresado en defensa de 
    las políticas de Memoria, Verdad y Justicia, aspecto central de la 
    acción de gobierno, constituido, además, en reaseguro ético 
    del proyecto kirchnerista. Aquel que asegure seguir avanzando en el camino 
    marcado por Néstor Kirchner, cuando dijo ¡no al ALCA! en 2005, 
    y hubiera condenado los intentos de desestabilización de Venezuela 
    así como expuesto sus diferencias con las políticas de los Estados 
    Unidos para la región.
    Las amables sugerencias para que el gobierno llegue sin tropiezos al fin del 
    mandato, formuladas por miembros del establishment empresario, la dirigencia 
    política y la corporación mediática, se parecen demasiado 
    a una amenaza que señala los peligros que podría generar cualquier 
    radicalización del rumbo económico o una más decisiva 
    intervención presidencial en el proceso electoral. Actuando con responsabilidad 
    en tan difícil coyuntura, la presidenta muestra a diario su vocación 
    por no renunciar al camino emprendido. Ese es también el deseo de millones 
    de argentinos, dispuestos a seguirla acompañando para iniciar en 2015 
    una nueva etapa del proyecto popular. 
    No obstante, cierto es el innecesario arbitrio al que se recurrió con 
    las cifras del Indec. Ciertas son otras circunstancias merecedoras de críticas 
    atinadas, pero no sobre la base de un rociador permanente de acusaciones combinadas 
    con acciones desestabilizadoras propias del mundo financiero -que nadie duda 
    que existen- por lo que se impone un cambio profundo de la legislación 
    financiera, que no sólo combata las presiones sigilosas y las que además 
    toman forma declarativa, sino que contenga la limitación de las superganancias 
    obtenidas por entidades concentradas. Por otra parte, asombra que buena parte 
    de las corrientes de opinión no favorable al gobierno, vaya tan lejos 
    en su complacencia con el elenco permanente de los agronegocios que no aceptan 
    ningún tipo de tributación fiscal, del empresariado insatisfecho 
    con todo lo que sea control estatal, acciones que todos ellos conocen muy 
    bien. Lo mismo ocurrió con la ley de medios: un gobierno que se empeñó 
    en ampliar derechos y democratizar los medios de comunicación, recibió 
    ataques brutales de los intereses afectados que redoblaban en ensañamiento 
    el tenor de las medidas con que eran concernidos en nombres de un obvio sentido 
    de democratización en la esfera política y productiva, que debiera 
    ser normal en cualquier democracia avanzada, en tanto rumbos comunicacionales 
    no sometidos a la lógica del capitalismo de la manufactura coercitiva 
    de imágenes, plusvalía evidente del neocapitalismo sin más.
VII
La oposición que comulga con la creencia que la Democracia existe 
    (o subsiste) si la protegen los grandes medios de comunicacion (o una buena 
    parte de ella) volatilizó cualquier noción de espacio nacional 
    autónomo, cuando festejó la acción de los fondos buitres. 
    Cuando admitió la captura de un embarcación militar argentina 
    en un acto de rapiña internacional. Cuando defendió las piruetas 
    políticas y militares de Gran Bretaña sobre las Islas Malvinas 
    o los informes dudosos del FMI. Y en una manifestación arrebatada de 
    su inconsciente antikirchnerista llegó a denunciar sin 
    evidencia alguna que no son respetados los derechos humanos de 
    los infaustos represores del pasado. También cuando dijo preferir un 
    intervencionismo de organismos vinculados al poder mundial financiero, antes 
    que los actos de un gobierno que estatizaba con las dificultades del 
    caso- las empresas de aerolíneas y petrolíferas, entregadas 
    irresponsablemente a empresarios de la globalización en las décadas 
    anteriores. Podrán hacerse muchas críticas a estas decisiones, 
    pero es evidente que existe la festejable la noticia de nuevos yacimientos 
    petrolíferos, que necesariamente deberán explotarse en el marco 
    del estricto control estatal-nacional de las empresas contratistas internacionales 
    que intervengan. Será el caso, al mismo tiempo, que no se eviten las 
    consideraciones sobre los dilemas ambientales y ecológicos que pueden 
    presentarse y deben evitarse. Cuestiones que merecen un debate conciente y 
    riguroso, que deben evitar llevarnos al ambientalismo de la globalización, 
    preparado por las mismas empresas contaminadoras como ejercicio de control 
    de los desarrollos regionales, sino a una doctrina efectiva de convivencialidad 
    tecnológica con una naturaleza a la cual preservar de daños 
    que perjudiquen la vida humana.
    El kirchnerismo toma decisiones constantemente acosado, responde con medidas 
    avanzadas y muchas otras que pertenecen a un realismo imbuido de razones que 
    provienen de los condicionamientos internacionales, medidas que son acerbamente 
    criticadas no por lo que tienen de también obvias para un conjunto 
    de intereses empresariales-comunicacionales que harían lo mismo en 
    tales casos, pero peor. Esto es, sin vestigio de conciencia autonomista y 
    emancipatoria, y con una población, cada vez más despojada de 
    la venerable idea de plena ciudadanía, modelada evidentemente por la 
    doctrina antiestatalista del gobierno de los medios. Estos actúan con 
    sus sabuesos y comediantes demoledores del espacio público, antes que 
    como reales fiscales del pueblo, noción que no es inadecuada si no 
    alberga el deseo profundo de sustituir el funcionamiento real de las instituciones 
    de justicia. Nadie anhela negar problemas, pues la esencia de la política 
    es reconocerlos, revelarlos, resolverlos. Otra cosa es la jerga globalizada 
    que dicta su semiología obligatoria a las sociedades del espectáculo 
    el otro polo de las localizaciones mundiales donde hay guerras nacionales 
    o intersectoriales-, reemplazando los antiguos conceptos de libertad por los 
    de seguridad, dejando flotar en el pensamiento colectivo nociones revanchismo 
    súbito que abren la puerta para que en ciertos casos puntuales el ciudadano 
    que sostenía procesos de ilustración y participación 
    democrática, pueda esbozar en un minuto de terror personal, el rostro 
    terrorífico del linchador. Un ámbito de ilegalidad en la circulación 
    de nuevas mercancías, el tráfico de drogas como nuevo orden 
    del valor de cambio y el valor de uso de sociedades que ignoran que sus instituciones 
    legales crecen a la sombra de este ilegalismo mundial, es también un 
    hecho de la realidad universal cuyos efectos prácticos es crear desdoblamientos 
    clandestinos de los Estados y al mismo tiempo controlar por dentro instituciones 
    vitales de éste. Como explicación superficial de estas nuevas 
    condiciones del orden político mundial, se obtiene una línea 
    de trabajo constante: el vaciamiento de la legalidad democrática de 
    los Estados sería culpa de los Estados realmente democráticos. 
    
    Este es un nuevo tipo de gobierno globalizado sobre la conciencia colectiva, 
    que crea espacios simbólicos de fuerte contenido ficcional que tienden 
    a la no política, al cualunquismo, a la fabricación de personajes 
    del mercado salvaje de consumos culturales, de los que de alguna forma son 
    tributarias en su lenguaje y expresividad- las formaciones postpartidarias 
    como el Pro y en alguna medida el FA/Unen, a pesar de que su conciencia falaz 
    los lleva a algunos a denominar como centroizquierda lo que en verdad es un 
    nuevo tipo de centroderecha y hasta de derecha a secas. De este nuevo estilo 
    de gobierno inmaterial salen candidatos para la vida política desprovistos 
    de mínimas espesuras históricas, actores populares, presuntos 
    cómicos, presentadores de la televisión nocturna, siempre que 
    consideren que el botín político no sea inferior al papel que 
    ya ejercen de directores de conciencia de un consumo cultural sin historia 
    ni fundamentos reales en el genuino arte popular de masas, tal como fue concebido 
    por la modernidad. Como resultado de esto, se han devaluado trágicamente 
    palabras como izquierda y derecha (aún con las deficiencias que provienen 
    de su uso dicotómico) y es así que los partidarios de políticas 
    represivas duras con pérdida de derechos individuales, de modificaciones 
    regresivas en los regímenes de tributación, de pérdida 
    de conquistas laborales, de alineamiento con las potencias y sus siglas emblemáticas, 
    FMI, DEA, OEA, se resisten a asumirse como de derechas y prefieren apropiarse 
    con ensueño juvenil de la camiseta del centro izquierda. En el baile 
    de máscaras de la política argentina hay quienes pretenden colocarse 
    un ropaje que no les corresponde. Pero esta no correspondencia es parte sustancial 
    del drama de la hora.
VIII
Cada día que pasa la encrucijada estrecha expectativas, acorrala 
    posibilidades. No es imaginable que una experiencia política que descartó 
    el canon típico de la política nacional, sea declarada como 
    un episodio travieso que, de pronto, fuese absorbido por los sistemas de dominio 
    más menguados y dispuestos a sumarse a una nueva era de normalización. 
    De entre los muchos conceptos que se escuchan, resalta el de unidad 
    del movimiento. Si el kirchnerismo del loco pudo imaginar 
    que el peronismo se adentraría en sus llamados renovadores, hoy un 
    rumor no tan subterráneo susurra que hay que llevarse al loco 
    para que impere el peronismo como abstracción incrustrada en una única 
    forma inmóvil de la historia nacional. La prueba de la elasticidad 
    del justicialismo, como en los cuentos de Sherazade, cada vez aumentando su 
    indiscriminada admisión de nuevos prodigios, es que el paladín 
    con el que muchos buscan cerrar las originales evidencias que comenzaron a 
    percibirse desde mayo de 2003, proviene de los astilleros y cámaras 
    de seguridad del Tigre, pero en acepciones más versátiles puede 
    identificarse en los movimientos de quien, al revés que en la mitología 
    clásica, parece haberse transformado en el anhelado Minotauro Justicialista 
    sosteniendo el hilo de Ariadna que lo lleve desde su despacho gubernamental 
    en la poco laberíntica ciudad de La Plata hacia destinos mayores. Así, 
    se apocaría el mito, retrocedería el país. 
    No es decir nada nuevo que una parte del PJ confluyó con la corporación 
    agromediática (el massismo es hijo de esa confluencia) en los días 
    de la resolución 125. En esos tiempos calientes en los que tantas cosas 
    fueron puestas sobre la mesa, y en los que los actores asumieron sus papeles 
    en el drama de la historia, el kirchnerismo encontró su nombre y su 
    potencia, pudo darle palabras a su desafío y a su proyecto. En esos 
    días, también, algo inevitable volvería a sacudir al 
    peronismo. Hoy, cuando todo sigue estando en disputa y bajo la forma del riesgo, 
    regresa la amenaza de la restauración.
    Lejos, muy lejos del espíritu de lo fundado por Néstor Kirchner, 
    se encuentra el diagrama de aquellos que buscan concretar el final de un ciclo 
    pronunciando otro nombre muy diferente al que talló de manera inesperada 
    lo mejor de un país que se reencontró con una oportunidad que 
    ya no alcanzaba siquiera a imaginar. Un nombre, el del kirchnerismo, que tendrá 
    que enfrentarse a sus límites y contradicciones, a sus debilidades 
    y a sus errores, pero que, sobre todo, tendrá que profundizar el núcleo 
    desafiante y novedoso que introdujo en el interior de una sociedad desesperanzada. 
    Y tendrá que hacerlo sin renunciar a esa impronta, sabiendo que no 
    es posible ni justo replegarse hacia una política testimonial preparándose 
    para otro tiempo más lejano que, cuando supuestamente llegue, volverá 
    a encontrar un país desolado por la inclemencia de los poderes corporativos.
    Por eso, el futuro tiene algunas líneas previsibles que pueden extraerse 
    de todo lo actuado, y todas las zonas imprevisibles que se imaginen, pero 
    es necesario advertir que las derechas mundiales, activas en nuestro país, 
    se hallan esperando el derrumbe violento o inducidamente degradado de gobiernos 
    populares latinoamericanos, buscando referencias en poderes mundiales que 
    manejan la ilegalidad de un orden que también dice ser ley republicana, 
    deshilachando las necesarias autonomías políticas nacionales. 
    
    Pasivamente, sectores amplios de la población aceptan el desfondamiendo 
    al que pueden someterla los mandos generales mediáticos, clientes de 
    los poderes generales de la globalización de los que éstos a 
    la vez son clientes. Hay una lucha que de definirse de cierta manera, significaría 
    la abrupta entrada de la Argentina en una globalización incierta y 
    maniatada, sea la que provenga de las viejas áreas imperialistas o 
    de las acciones económicas mundiales de las nuevas formas de capitalismo 
    en las viejas naciones de Oriente, ante el que hay que evitar ser la nueva 
    periferia de la nueva metrópolis que obligue a economías reprimarizadas. 
    Una amenaza inminente deviene de la presión para la firma del tratado 
    de libre comercio entre el MERCOSUR y la UE, cuya matriz se inscribe en el 
    paradigma neoliberal.
    Había épocas en que se buscaba al buen burgués. Ahora 
    se busca al manso grupo político que, sea cual sea, muestre sus mejores 
    méritos en la subordinación a este neo-mesianismo empresarial.
    Dicho lo cual, no parece haber dudas de que un desemboque de la encrucijada 
    argentina en un gobierno dirigido por los neoconservadorismos de cualquier 
    cuño acentuarían todos los rasgos, sumariamente comentados aquí, 
    de un retroceso nacional. Anuncios programáticos de esta regresión 
    ya se hacen en los gabinetes de servilismo colectivo camuflados en los movimientos 
    populares. Es la entrada compulsiva a la globalización acrítica. 
    Es cierto que hay derechas de las derechas, así como derechas nuevas 
    y derechas viejas, globalizaciones de color amarillo la política 
    como equivalente de las producciones Disney- y globalizaciones de color naranja, 
    fundadas en antiguas leyendas nacionales ya fosilizadas. Cada ciudadano podrá 
    alojar en las urnas su sentimiento sobre el mal menor, lo que 
    es tan dolorido como la ausencia de grandes alternativas que recojan la vivacidad 
    de un legado. Pero no descartemos que nuevos reagrupamientos puedan hacer 
    verosímil de modo no ofensivo ni inocuo- esta previsión 
    esperanzada en cuanto a que no quede en los dominios de los emisarios de retroceso 
    interno y externo al peronismo-, un próximo capítulo de 
    la historia nacional.
    El kirchnerismo pudo ser definido como la extravagancia de una historia nacida 
    de lo inesperado y que se deslizó por una grieta mal cerrada del muro 
    de un país desguazado. El resultado de este acto dispuso una interpelación 
    colectiva y excepcional que parecía provenir de otros tiempos y de 
    otros corazones, y que a lo largo de esta década obtuvo numerosas interpretaciones 
    y valoraciones. Pero no puede discutirse que se manifestaba en la encrucijada 
    de un presente que pudo, gracias a su aparición a deshora, desviar 
    una ruta de carencia, injusticia y desolación para dirigirse, a veces 
    con la intemperancia de lo inaudito, a veces con medidas que reclamarían 
    mayores precisiones, hacia la reconstrucción y la reparación 
    de una sociedad descreída. No puede negarse que, hijo de la ironía 
    de la historia, miles y miles se descubrieran de nuevo alborozados por antiguas 
    y nuevas militancias, de esas que entrelazaron el legado con la modernidad. 
    La hora dilemática del kirchnerismo es ésta: seguir conmoviendo 
    el sentido común de una sociedad que nunca imaginó que pudiera 
    ser contemporánea de un giro histórico o desembocar en la resignada 
    aceptación de un fin de ciclo que se materializaría en candidaturas 
    que nada han tenido que ver con el ímpetu rupturista de lo iniciado 
    en mayo del 2003. Las cenizas de la resignación flotan en el aire entremezcladas 
    con los destellos de la transformación. El peligro de la regresión 
    está afuera y adentro. No hay cartillas ya escritas. Hay una responsabilidad. 
    La nuestra es seguir reafirmando lo que ha significado y sigue significando 
    la apelación del kirchnerismo, que de ser palabra desconocida pasó 
    a ser palabra pronunciada con los distintos matices y dificultades bien conocidas. 
    No puede ahora ser una palabra caída.
    Con esta apelación, que recoge lo mejor de una década preñada 
    de novedades y transformaciones y que también se hace cargo de las 
    dificultades y de los desafíos que se abren de cara al futuro, nos 
    comprometemos, una vez más, a defender las iniciativas del gobierno 
    nacional consustanciadas con los intereses de las mayorías populares. 
    Un camino signado por la voluntad inquebrantable de Cristina de avanzar, hoy 
    como ayer, con las banderas de un país más justo. De esa voluntad 
    acompañada por millones de compatriotas saldrá la mejor opción 
    para dar la batalla electoral del 2015. 
 
    FUENTE:
    http://cartaabierta.org.ar/index.php/carta-abierta-16 
  
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