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BRASILIA.- 
      El efecto Jazz, por primera vez en la historia económica, no tendría 
      que impactar sobre América del Sur como lo han hecho todas las crisis 
      anteriores. Gobiernos sólidos, varios años de crecimiento 
      de exportaciones, balanzas comerciales positivas y buenas reservas de divisas, 
      son elementos más que interesantes para soportar el mal momento. 
      Sin embargo, la principal economía de la región es la más 
      frágil, y al ser el mayor socio comercial de todos sus vecinos, nadie 
      descarta que las aguas salpiquen en nuestras costas.
      Mas allá del gobierno de Luiz Ignacio Lula Da Silva, por mandato 
      histórico el Brasil es independiente en sus medidas. Aunque organismos 
      como el UNASUR y el Mercosur procuran la solidaridad entre las naciones 
      integrantes en todos los aspectos, las correcciones cambiarias de un 20 
      % que realizaron sobre la relación Real-Dólar ponen en riesgo 
      al resto de las economías. Todo está dado porque al ser un 
      país industrializado, con tecnología y un mercado de volúmenes 
      considerables (cabe acotar que es la octava economía mundial), aumentando 
      el impacto externo. Ello no ocurriría con economías de servicios 
      como la chilena, por ejemplo. El principal efecto en la modificaciones de 
      intercambio podrían afectar a la Argentina, que se vería inundada 
      de productos brasileños. El reciente acuerdo entre Brasilia y Buenos 
      Aires de comerciar en sus propias monedas (obviando el dólar o el 
      éuro) podría acolchonar los compromisos de estos meses de 
      inestabilidad.
      El hecho de que en el gigante se hayan fugado casi u$s 15.000 millones en 
      solo un mes provoca una corrida cambiaria que solo acuerdos comerciales 
      intrabloque podrían frenar.
OCTUBRE 2008-10-18
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